jueves, 24 de julio de 2008

LA LUCHA DE LOS HÉROES Y MÁRTIRES DEL 30 DE JULIO DE 1975

Por. Mirna Perla
Sobreviviente de la masacre del 30 de julio
San Salvador, Julio de 2008

La Universidad de El Salvador, a través de su devenir histórico ha tenido que librar duras batallas en aras de preservar su autonomía y su presupuesto. Hagamos un breve recuento de los hechos más significativos en esta lucha.

En 1885, cuentan las voces autorizadas, se suprimieron las Facultades de Teología, Ciencias y Letras por temor a la educación en el campo humanístico, llegando incluso a suprimirse el cargo de Rector.

En 1932, bajo la dictadura del déspota Maximiliano Hernández Martínez, la autonomía universitaria es apuñalada junto a la nación. No será hasta 1944, luego de la caída del asesino dictador, cuando se vuelve a consagrar este derecho en nuestra Carta Magna en 1950.

El 19 de julio de 1972, el Coronel Arturo Armando Molina
interviene militarmente la Universidad de El Salvador, en dicho acontecimiento capturaron a las autoridades universitarias y cerraron este centro de estudios.

En este episodio se trató de asesinar la ciencia, para exiliarla, amordazarla y finalmente poder lapidarla. Las autoridades universitarias fueron capturadas, torturadas y obligadas a salir al exilio junto a numerosos profesores extranjeros.

Durante este período de ocupación, que se prolongó hasta finales de 1973, el campus universitario fue saqueado por las fuerzas militares, los equipos al servicio de la ciencia, (que tenían un alto valor, por su precio y su utilidad, en el campo científico y humanístico) fueron cambiados por licor debido a la ignorancia cuartelaria.

Una vez abierta la Universidad en esta época, arreció nuevamente una campaña contra la comunidad universitaria, acusándola de ser un centro de adoctrinamiento marxista y se procede al asesinato selectivo de estudiantes y docentes.

Es en este contexto que se insertan los hechos ocurridos el 30 de julio de 1975. El movimiento estudiantil dirigía su lucha hacia la conquista de espacios democráticos en nuestro país.

No recuerdo la hora, pero el 27 de julio recibimos la noticia que la Guardia Nacional había violentado la autonomía universitaria. Se habían introducido en las instalaciones del Centro Universitario de Occidente, con sede en Santa Ana, para evitar que los estudiantes realizaran el desfile bufo con motivo de las fiestas julias.

Como respuesta a esa agresión, las asociaciones estudiantiles universitarias entre ellas, el FUERZA, UR 19 y FAU, organizamos una marcha para garantizar la autonomía. Era necesario romper el silencio, poner fin al cierre de los espacios políticos y hacer uso de la libertad de expresión y movilización, ambas garantías constitucionales vigentes. Una vez más en esta fecha, el militarismo garroteó, exilió, quemó y fusiló la cultura universitaria en El Salvador.

Posterior a este episodio, la lucha por la reapertura fue creciendo, hasta lograr que la presión internacional y la necesidad del gobierno de turno por mejorar su imagen, los obligó a reabrir la universidad. Sin embargo, las nuevas autoridades universitarias fueron impuestas por el régimen militar.

Montaron un equipo de vigilantes , con procedimientos de registro, control de maestros y estudiantes, con amenaza de expulsión hasta por cinco años para los que no aceptaran someterse al nuevo régimen disciplinario, abusando a su vez de la población femenina. Poco a poco, el movimiento estudiantil universitario se fue organizando y cobrando fuerza, hasta que salió a la luz desafiando la mordaza, la bota militar que pisoteaba a nuestra querida Alma Mater.

Salimos a la calle como a las tres de la tarde con mucha alegría, entusiasmo y decisión, pese a que ese mismo día, sobrevolaron avionetas amenazantes sobre el campus universitario, lanzaron volantes en las que nos advertían que no saliéramos a la calle, de lo contrario “que nos atuviéramos a las consecuencias”.

Las avionetas no dejaron de sobrevolar, ubicando en cada instante nuestros movimientos, sentíamos que esto último no nos podía detener, debíamos tener coraje y la íntima convicción de que no existía otra forma de manifestarnos con más eficacia, estábamos heridos por los atropellos recientes.

Con la disposición de realizar hasta el último sacrificio, salimos en aquella manifestación, haciendo honor a este humilde pueblo, analfabeto y descalzo que luchaba, ya sea organizado en cooperativas del campo y la ciudad, en sindicatos que muy valientemente exigían condiciones dignas a cambio de la sobre explotación a que estaban sometidos en el “país de la sonrisa”.

Es importante que recordemos el 30 de julio de 1975 como un hecho histórico y de gran valentía, por la cantidad de universitarios y estudiantes de educación media que nos manifestamos arriesgando nuestras vidas, luchando por el respeto a la autonomía, desafiando la bota militar que pretendía imponer un nuevo proyecto económico, basado en el turismo, sin tener en cuenta a las grandes mayorías. La marcha del 30 de julio de 1975, fue una gesta histórica que debe ser rescatada en todas sus dimensiones.

Actualmente el estudiantado universitario organizado y consciente debe seguir luchando por ella, por la libertad de expresión, de movilización, por la democracia en su conjunto.

Rescatar la dimensión humana de aquello hombres y mujeres que ofrendaron su vida, (Carlos Fonseca, Napito Calderón, Reynaldo Hasbún, Balmore y muchos más) de los/as desaparecidos/as (25) y sus familiares, los cuales tienen derecho a saber qué pasó en realidad hace treinta tres años, donde están o dónde quedaron estos héroes.

Es necesario ubicar responsabilidades históricas, porque aunque aquellos mártires no lograron llegar al Parque Libertad, que fue el sitio donde nos dirigíamos, sí hubieron otros compañeros y compañeras/as que llegaron y lograron denunciar lo que estaba pasando a través de algunos medios de comunicación, a pesar de los pocos espacios dispuestos a informar sobre lo sucedido.

Debido a esta censura, un grupo de religiosos/as y laicos se encerraron en la Catedral, acompañados por cientos de estudiantes y pueblo en general que mantuvieron la denuncia de estos hechos, permaneciendo en el atrio de catedral durante todas las fiestas agostinas.

Luego, a partir de la década de 1990, se reinicia un nuevo esfuerzo de recuperación académica y de disfrute de la autonomía universitaria. Hasta que en abril de 1999, se aprueba su actual Ley Orgánica que reitera la naturaleza jurídica de una corporación de derecho público, creada para prestar servicios de educación, en un régimen de autonomía en lo docente, administrativo y económico.

El Artículo 61 de la Constitución Salvadoreña establece que la Universidad de El Salvador goza de autonomía en el aspecto docente, administrativo y económico. La Constitución también establece la obligación del Estado, de asignar anualmente una partida de su presupuesto para asegurar y acrecentar el patrimonio de ésta. Los órganos de gobierno de la Universidad de El Salvador están regidos por la Ley Orgánica de la Universidad de El Salvador.

La Rectoría es la máxima autoridad ejecutiva y tiene a su cargo ejecutar y hacer cumplir las resoluciones de la Asamblea General Universitaria y del Consejo Superior Universitario.

Garantizar el funcionamiento de estos órganos de gobierno es un deber de toda la comunidad principalmente la universitaria. No debemos permitir que se debilite con injerencias externas, debemos tener presente su carácter científico, académico y de proyección social, para formar a las nuevas generaciones de profesionales comprometidos con el desarrollo integral y sostenible del país.

No permitamos jamás otro 30 de julio con el ruido atronador de la metralla asesina contra estudiantes, docentes y trabajadores de la UES.

Defendamos con estudio y lucha esta Universidad que se ha negado a morir. No olvidemos jamás que la mantenemos abierta, gracias al sacrifico de miles de visionarios/as y valientes universitarios/as que han entregado sus vidas, que fueron perseguidos, reprimidos, difamados, exiliados, masacrados, desaparecidos y asesinados por sus esfuerzos científicos y académicos al servicio de la comunidad salvadoreña.